Lo intolerable en el cine... Eyes wide shut

sábado, 4 de junio de 2011 - Publicado por Alejandra Uzcategui en 18:34
Eyes Wide Shut (1999, basada en una novela de 1926 de Arthur Schnitzler llamada “Traumnovelle” (Dream Story), adaptadación de la versión original co-escrita, producida y dirigida por Stanley Kubrick)

Como he comentado en entradas anteriores, hablar de lo intolerable implica adentrarse en la subjetividad. Cada quien construye su propio significado de aquello que se sufre, se resiste, se tolera  y/o se soporta. Es por esto que lo intolerable puede variar para cada individuo, pareciera que tiene sentido solo si se piensa desde la perspectiva de cada persona, aunque puedan y de hecho aparecen  puntos de encuentro comunes.

Las imágenes de lo intolerable, en general están impregnadas de todo aquello que nos distancia de las convenciones sociales, de aquello que hemos establecido como “normal” o natural,  dado que son, precisamente, estas normas las que nos protegen al permitirnos mantener un orden en lo conocido... o por lo menos hacernos creer que ese orden existe.  

En este orden de ideas, Stanley Kubrick presenta una película que juega con estas imágenes y con el sentido de lo siniestro. Eyes wide shut, presenta a unos personajes que viven y sueñan escenarios queriendo escapar de aquello que no logran digerir e intentan aferrarse a todo lo que les brinde equilibrio.

Los personajes de Bill y Alice son un matrimonio de clase media-alta residenciados en la ciudad de Nueva York. Una noche, a partir de una confesión acerca de una fantasía hecha por Alice, se produce un quiebre en Bill y comienza aquí una trama y sucesiones de escenarios y personajes en donde Bill proyecta su rechazo, su incredulidad, su impotencia, su sed de venganza, su perplejidad, sus fantasías y su proceso para cambiar, reprimir, modificar y asimilar la imagen perseguidora, fatasmagórica,  intolerable de su mujer acostada con otro hombre. El solo hecho de saber que Alice fantasea con otros hombres, rompe con todo lo seguro y el balance de lo conocido. Interfiere con su tranquilidad y su fantasía de matrimonio.

En este viaje fantaseado o soñado Bill se sumerge, en una de las situaciones más distantes de su cotidianidad, así  acaba en una mansión, haciéndose pasar por invitado de un grupo hermético y con tonos perversos. Se vive un misterio, con contraseñas y señuelos, que giran en torno a la privacidad de lo que se practica dentro de aquel lugar. En el interior de la mansión, Bill se topa con máscaras, cuerpos desnudos, sexualidad, belleza, intriga sin lograr detenerse en la búsqueda de alguna pista que ponga orden a lo desconocido.

Es ahora cuando lo contenido se desborda, afloran los sueños, las venganzas y lo reprimido. Se enfrenta a sus propios deseos escondidos bajo la fachada del médico insigne. La imaginación escapa a la censura y la máscara y el traje esconden identidades y permiten que la fantasía y el placer sean, a su vez, el principio y el final. Lo que estaba oculto se revela.

Las máscaras juegan un papel interesante en esta larga escena, en la película y en la vivencia de lo intolerable de Bill. Las máscaras, y más específicamente, las venecianas, en ciertos periodos de la historia y de la actualidad, representan fiestas carnestolendas asociadas a prácticas promiscuas, de erotismo y prostitución.  Y es que la máscara puede llegar a cumplir una doble función, ¿o es una sola?... la primera un permiso para jugar a ser lo que no soy y la segunda, permiso para ser lo que realmente soy sin ser juzgado y condenado por el otro. Bill, detrás de una máscara, podrá tener libertad para asumir cualquiera de las posturas anteriormente mencionadas, dejando que el espectador se convierta en parte de aquella orgía y asuma por él y por Bill el lugar que cada quien le asigne. Misión nada fácil, si recordamos el principio de subjetividad inherente a lo intolerable, a lo siniestro, a aquello que debió permanecer cubierto y no fue.

Desde la psicología Jungiana, la máscara o persona es un arquetipo que nos permite el contacto con el afuera, está en contacto con lo más consciente de la personalidad, es un arquetipo necesario para la adaptación del sujeto. Sin embargo, cuando ocurre una identificación rígida con el arquetipo, como en el caso de Bill y su matrimonio modelo, deviene la patología.  Su contraparte, la sombra, arquetipo que personifica todo aquello que rechazamos, todo lo que no queremos ver y que luchamos por esconder. Lo intolerable es parte de la sombra, de aquello que sabemos nuestro o familiar pero no reconocemos.

Las máscaras de la película, máscaras de rituales Dinosíacos, esconden al arquetipo de la máscara, permitiéndonos conectar con ese lado oculto de nuestra personalidad.

Los fantasmas que habitan en Bill y Alice son parte de su realidad, son esos armarios cerrados que pasan periodos sin ser vistos ni abiertos y que cuando se destapan traen consigo una serie de recuerdos, dudas, culpas, resignaciones y vergüenzas que desequilibran la verdad fabricada por cada uno de ellos. Abrir esas puertas significa dejar libre a los demonios, tropezarse con lo intolerable en cada esquina, presenciar el horror en cada habitación.

Es así como se observa que ante aquella imagen de la pareja intimidando sexualmente con otra persona, lo intolerable aparece de golpe, dejando sin piso y desconcertado al traicionado. Kubrick, nos muestra la salida común, el desenlace habitual… mantener los ojos bien cerrados. Mantener lo intolerable bajo llave, y es que ante lo siniestro, no queda otra opción más que cerrar los ojos.

Sólo que a veces, lo que encontramos es aun más siniestro.